6/4/08

Sueño liviano


Resulta que tengo un sueño muy liviano, y en una de esas noches noté que había alguien andando sigilosamente por el jardín de la casa.

Me levanté silenciosamente y me quedé siguiendo los leves ruidos que venían de afuera, hasta ver una silueta pasando por la ventana del baño.
Como mi casa es muy segura, con rejas en las ventanas y trancas internas en las puertas, no me preocupé demasiado, pero está claro que no iba a dejar al ladrón ahí, contemplándolo tranquilamente.
Llamé bajito a la policía e informé la situación y di mi dirección.
Me preguntaron si el ladrón estaba armado o si ya estaba dentro de la casa.
Aclaré que no y me dijeron que no había ningún móvil cerca para ayudar, pero que iban a mandar a alguien ni bien fuese posible.
Un minuto después llamé nuevamente y dije con voz calma:
- Hola, hace un rato llamé porque había alguien en mi jardín.

No hay necesidad de que se apuren. Yo ya maté al ladrón con un tiro de escopeta calibre 12, que tengo guardada para estas situaciones.

¡ La pucha!

¡El tiro hizo un desastre sobre el tipo! Pasados menos de tres minutos, había en mi calle 5 autos de policía, un helicóptero, una unidad de rescate, un equipo de TV, y una hinchada de los de los derechos humanos que no se perderían esto por nada del mundo. Ellos agarraron al ladrón in fraganti, quien estaba mirando todo con cara de asombrado. Tal vez él estuviese pensando que era la casa del Jefe de Policía. En medio del tumulto, un comisario se aproximó y me dijo: - Creí que había dicho que había matado al ladrón. Yo contesté: - Creí que me habían dicho que no había nadie disponible.




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La fuerza de la costumbre


Un escritor llegó a un pueblito mexicano, alejado de toda civilización.

Tenía la idea de escribir un libro con las anécdotas de los pobladores, para reflejar sus hábitos y su cultura. A tal fin, se fue a buscar al hombre más viejo del pueblo.

Cuando lo tuvo enfrente le explicó:
- Mire, estoy juntando datos para escribir un libro.

-¿Usted se sabe alguna historia que pudiéramos contarle a los de la ciudad ?

-Algo que usted haya vivido y que recuerde con frecuencia.
El anciano puso la mirada en blanco como buscando un recuerdo y empezó su historia:
- ¡Ah, sí! Una vez se perdió la esposa del Chuy, el que vive aquí tras lomita.

Pues se vino la noche y la señora que no apareció.

Entonces todos los hombres del pueblo nos reunimos y nos llevamos un buen cargamento de mezcal y nos metimos al monte a buscarla.

Allá a los tantos días la encontramos y como ya andábamos medio querendones por el mezcal, pues uno por uno le soltamos la pasión a la esposa del Chuy...
El escritor se asombró ante el morbo con el que el anciano recordaba esa anécdota y pensó que no podía contar ese episodio, así que optó por cambiar de tema:
- ¿No se acuerda de algo cómico?

Algo que lo haga reír a usted y a todos los del pueblo?

No sé, algo extraño.
Una vez más el anciano hizo su particular gesto, una sonrisa se esbozó en su rostro e inició una nueva historia:

¡Pues sí!

Una vez se perdió una chivita del Vicente.

Pues la noche se vino y la chiva no apareció.

Nos volvimos a reunir todos los hombres del pueblo, nos hicimos de un buen cargamento de mezcal y nos metimos al monte a buscarla.

Después de días la encontramos y como ya andábamos medio querendones por el mezcal, pues otra vez, uno por uno, le dimos calor a la chivita.
Y el anciano soltó una carcajada lasciva mientras le brillaban los ojos de manera muy rara.

El escritor, para no quedarse con el viaje en balde, volvió a insistir:
- Y... ¿No tendrá otra historia?

Tal vez algo triste. Algo que lo haga llorar ?
La risa del anciano desapareció de inmediato, la vista se le nubló y dos lágrimas se le escurrieron por sus curtidas mejillas.

Con una voz casi imperceptible dijo: - Sí, una... una vez me perdí yo.


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