22/4/07

Vaginas de perfil bajo

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solo para occidentales segun el autor no para Caribeños?


Efectivamente. Las mataron a polvos. Mis amigas, que se fueron de vacaciones sexuales al Caribe este verano, regresaron ahítas, pero contentas. Es reconfortante comprobar como algunos tópicos útiles y beneficiosos siguen estando plenamente vigentes. Todas ellas coincidieron en señalar que los machos de aquellas benditas tierras conseguían conciliar cantidad y calidad. Algo que en el pálido y frío mundo occidental cada vez es más difícil de encontrar. La más atrevida y práctica del grupo regresó con una réplica en silicona del miembro de su compañero de fatigas, como recuerdo sentimental que amenizará las largas tardes de invierno. He de confesar que el artefacto en cuestión, a pesar de ser visto así, en frío y totalmente descontextualizado, era de una prestancia y donosura más que sobresalientes. Las chicas comentaron que es la última moda allí: ir a un establecimiento con tu garañón temporal a que le hagan una reproducción 1:1 de su polla. Incluso puedes elegir el color y los materiales del artefacto. ¿Asistimos al nacimiento del souvenir liberado y posmoderno? ¿Una nueva forma de comercio justo?

Escuché todas sus aventuras y hazañas, pero no sentí ni envidia, ni remordimientos por no haber ido. No niego que este tipo de excursiones sean entretenidas, e incluso saludables, pero para que sean verdaderamente higiénicas y eficaces a medio plazo han de apoyarse en cierta estabilidad sexual en la vida cotidiana. Y, no nos engañemos, ninguna de nosotras podía presumir de ello. Salvo Sonsoles, claro.

El cómo y el porqué del éxito erótico, ya legendario, de Sonsoles es uno de los Grandes Misterios del Universo, a la altura del origen de los agujeros de gusano, la antimateria o la receta del tiramisú perfecto. No era guapa ni tenía un tipazo. Era tímida y callada. Pero en cuanto esbozaba dos medio sonrisas de las suyas todo varón que las contemplaba sentía la repentina e imperiosa necesidad de convertirla en su peluche sexual. Algunas de nosotras especulaba que era una dominatrix voraz e implacable en la cama y eso era algo que los varones pueden olfatear a distancia. Otras opinaban que era una cuestión de feromonas. Que las suyas eran de las buenas, altas en nicotina, cafeína y colesterol. Cuando la preguntábamos por sus hazañas bélicas no soltaba nada, la muy zorra. Se limitaba a ponerse muy colorada y sonreír de forma aviesa. Esa sonrisa. Prometo por mi honor de dama y ex-judoka tercer dan que algún día le arrancaré sus secretos. A dentelladas, si es preciso.

Otra razón para no añorar el semental tropical como concepto era que ya llevaba unas cuantas semanas con cierta regularidad en mi nivel de coitos, que había rotos los largos meses de barbecho. Cierto es que la calidad no era como para enorgullecerse de ello, pero por poco se empieza. Si algo me ha enseñado mi experiencia profesional en el neo-liberalismo imperante es que las grandes ganancias se producen cuando aguantas con un valor que sabes que es sólido el suficiente tiempo como para que suba vertiginosamente en el IBEX. Sé que me gusta el sexo, sé que no soy mala follando, ergo tarde o temprano encontraré a mi John Holmes, ese caballero al que le gusten Matisse, las comedias de Billy Wilder y las escapadas al Norte.

Mi suerte cambió con una cita con un headhunter de una empresa rival. Atractivo, competitivo, dominante pero inoperante en la cruda intimidad, donde los símbolos de estatus ya no sirven. Cuando no era el stress que le impedía llegar al grado de tensión mínima exigible, era un eyaculador no precoz, fulminante. En ese estado le sonreías, le decías Pyongiang, o ibuprofeno y se corría. Tuve bastante paciencia y al final conseguí un par de buenos minutos de él. Pero le dejé de telefonear cuando se atrevió a defender el fútbol italiano. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

El siguiente fue un chico sensible y delicado, de esos que le gustan el be-bop, el couscous y las películas armenias. De esos que se enorgullecen de su lado femenino. El caso es que en cuanto le acariciaba su lado masculino se convertía en un poderoso ariete, martilleante e incansable. Serían cosas de su karma. O que era de Palencia y había pasado mucho frío de niño. Pero me aburría su suficiencia cultural. Y no toleraba subirse a mi BMW serie 7. Ya no estoy para integristas seudoprogres. Ir en metro no es ni romántico, ni cómodo.

Y llegamos al actual. Un profesor de sociología de 52 años. Tiene sentido del humor, en la cama es lo suficientemente honrado e inteligente como para no querer demostrar cada vez que es un superatleta sexual, y no trata de aleccionarme culturalmente. También me cuenta anécdotas divertidas de la investigación que está realizando, junto a otros colegas de universidades de toda Europa, sobre la mujer occidental contemporánea. Me gusta sobre todo cuando bromea sobre las tipologías y el sexo. Afirma que hay vaginas de perfil bajo y vaginas de perfil alto. De modo muy astuto me halaga diciendo que yo formo parte aún de las primeras, pero que no tardaré en acceder al estado superior. Y es justo lo que una chica ya no tan joven necesita escuchar, que es una vagina de perfil alto.

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